Era un día de calor en
Jerusa, la gente se guarecía en cualquier sombra, era sobre la hora
nona, cuando María y sus amigos se encaminaron a casa de María mdJ.
Para ir a la ceremonia del Recuerdo y cuando terminó, María se
adelantó y saludó a María mdJ.
María. -Shalom, María
mdJ. Hemos venido a visitarte y a escucharte.
María mdJ. Shalom, me
alegro de veros, sobre todo en estos tiempos tan difíciles para
nosotros, si lo deseáis hoy os hablaré del nacimiento y la infancia
de mi Hijo, ¿Os parece bien?
Todos asintieron.
María mdJ. - José y yo
estábamos en Belén por el empadronamiento de Augusto, reinaba
Herodes el Grande, y era un día de principios de Otoño, el tiempo
refrescaba, pero no hacía frío, buscamos hospedare, pero no lo
encontramos y para refugio nuestro nos dieron un establo de animales,
para descansar, entonces yo empecé a sentir dolores de parto, José
me ayudó en todo momento y a media noche, cuando todos estaban
dormidos, nació mi Hijo. Mi Niño era un niño normal como todos,
sin diferencia alguna, lo limpiamos como pudimos con un poco de agua
que trajo José, y yo lo puse encima de un paño blanco, sobre las
pajas. Hasta ahora todo fue normal, pero un ángel avisó a la gente
del lugar, que eran casi todos pastores y ellos vinieron, le adoraron
y le trajeron muchos regalos, cada cual lo poco que podía y así me
fui arreglando. Y entonces una estrella brilló en el cielo, era
hermosa y se posó en encima del establo y vinieron unos magos de
tierras lejanas y también le adoraron y le trajeron oro, incienso y
mirra, como Rey, Dios y Hombre y empezamos a darnos cuenta del
significado de nuestro Hijo, pero nosotros le tratábamos como un
niño más, en todo.
A los doce días de su
nacimiento, lo circuncidamos como a todo varón de Israel, en el
Templo estaba Simeón, hombre justo y profeta, que lo cogió en
brazos lleno de alegría, por que Dios le había permitido ver al
Salvador y luz de Israel y a mi me dijo algo, que de aquella no
entendí, que una espada atravesaría mi corazón, ahora ya la
entiendo.
A los cuarenta días como
primogénito que era. lo presentamos en el Templo
Después un ángel avisó
a José de que Herodes se había enterado de la existencia de mi Hijo
y quería matarlo, así que huimos a Egipto hasta que Herodes murió,
Jesús todavía era pequeño. Cuando volvimos, nos enteramos de la
matanza de los niños.
Perdimos la cuenta de que
además de ser nuestro Hijo, tenía otro Padre, un día desapareció
tres días y nos llevamos un disgusto José y yo, en la peregrinación
a Jerusa y cuando lo encontramos estaba en el Templo, enseñándoles
a los sacerdotes, con gran sabiduría, le amonestamos y El respondió
“No sabéis que tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre” y me
dí cuenta de que mi Hijo, en realidad era mi Dios y que por encima
de nosotros, estaba ese Padre y por encima, estaba la misión
encargada por ese Padre.
María mdJ. Se quedó
pensando, posiblemente vinieran a ella esos recuerdo, pensamos que
estaría cansada y nos despedimos y María le hizo una ofrenda de
dátiles.